Duelo |
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El duelo es el proceso de adaptación emocional que sigue a cualquier pérdida (pérdida de un empleo, pérdida de un ser querido, pérdida de una relación, etc.). Aunque convencionalmente se ha enfocado la respuesta emocional de la pérdida, el duelo también tiene una dimensión física, cognitiva, filosófica y de la conducta que es vital en el comportamiento humano y que ha sido muy estudiado a lo largo de la historia. En la actualidad se encuentra en discusión el tema de si otras especies también tienen sentimientos de duelo como los seres humanos y, en algunas de ellas, se han observado comportamientos peculiares ante la muerte de sus congéneres. Para poder resolver adecuadamente el proceso del duelo, de la muerte de un ser querido, es necesario e indispensable pasar por las siguientes fases de elaboración. 1.- Aceptar la muerte del ser querido Después de conocer la muerte de alguien importante en nuestras vidas, puede aparecer un sentimiento de incredulidad, algo dentro de nosotros que nos dice que es imposible que eso haya ocurrido, pero resulta tan fuerte que incluso aunque lo estemos viendo lo seguiremos negando. Esto es un proceso que utiliza el cerebro para no sufrir. Cuando él estima que el dolor puede tener una intensidad superior a lo que se puede soportar, puede reaccionar de este modo. Otras formas de evitar ese dolor es provocando desvanecimientos en la persona, por eso, muchas veces, vemos como familiares y amigos se desmayan ante tanto dolor, porque no pueden soportarlos, es tal la amargura, el abatimiento, el dolor que su cuerpo reacciona de este modo. A pesar de todo el dolor que estemos experimentando, debemos tratar de aceptar que esa persona ya no está entre nosotros, porque es la única manera de poder continuar nuestra vida, además de ser la realidad por muy cruda que nos resulte y no podemos cambiarla. 2.- Asumir el desgaste y las emociones que esa muerte genera. La teoría, como casi siempre, puede resultar fácil pero la práctica no lo es tanto. En este momento de pérdida, se suele dejar de comer, de preocuparse por uno mismo y hay un abandono notorio de la persona que está sufriendo. Lo ideal es que nos hagamos una idea de las dimensiones que la tragedia nos está provocando, de este modo podremos tratar de controlarlas. Debemos asimilar el dolor y, para ello, lo mejor es expresarlo del mejor modo que podamos, hablando, llorando…porque sino terminará por consumirnos poco a poco. 3.- Adaptarse a la ausencia del ser querido, aprender a vivir sin él. Tras un acontecimiento de esta índole, debemos darnos cuenta que le vida sigue, que no se para en ese fatídico día, por ello, debemos continuar nuestra rutina diaria de este modo sobrellevaremos el dolor. No podemos quedarnos estancados, debemos ser fuertes y, así aprenderemos a vivir con esta ausencia. 4.- Interiorizar la muerte como algo más que forma parte de nuestras vidas y, de este modo, poder rehacer nuestra vida. Una vez asimilada la muerte y el hecho de que no volveremos a ver a esa persona, comenzaremos a vivir nuestra vida lo mejor posible, para ello, es recomendable estar activo, salir a la calle, distraernos, ocupar todo el tiempo posible del día. Las actividades que realicemos cuanto más involucrados estemos mejores resultados nos darán. La mayoría de las personas no necesita ayuda para elaborar su duelo. El problema viene cuando alguien no resuelve adecuadamente alguna de estas tareas y siente que no consigue seguir con su vida sin que la pérdida interfiera en ésta de manera significativa. Al principio del proceso de duelo es normal que ocurra esto, pero mantenido en el tiempo puede desembocar en un duelo patológico, complicado o no resuelto, que podría definirse como “la intensificación del duelo al nivel en que la persona está desbordada, recurre a conductas desadaptativas, o permanece inacabablemente en este estado sin avanzar en el proceso del duelo hacia su resolución” (Horowitz, 1980). En este sentido, una de las clasificaciones que más consenso ha adquirido establece cuatro subtipos de duelo complicado: Duelo crónico. Pasa un año y la persona siente que nunca acaba. No termina de amoldarse a su nueva vida y sigue sin aceptar el dolor, la angustia o la ansiedad que siente al recordar la pérdida. La persona se detiene en alguna de las tareas descritas anteriormente sin llegar a su finalización. Duelo retrasado o pospuesto. Tras la pérdida la persona experimenta ciertas emociones, pero no todas las que existían, o con su verdadera intensidad y, pasado un tiempo, vuelve a experimentar una fuerte carga emocional ante algún acontecimiento que reabre la herida. Duelo exagerado: la persona se siente desbordada de dolor y trata de evadirse mediante ciertas conductas de evitación, como consumo excesivo de alcohol o drogas, centrarse obsesivamente en el trabajo, en salir o en cualquier conducta que le permita sobrellevar el dolor, lo cual puede llevar, en última instancia, a desarrollar algún trastorno psicopatológico, como problemas de ansiedad o depresión. Puede ser que la persona sea consciente de que hace todo esto para evitar el dolor que la pérdida implica, pero no sepa cómo afrontarlo. Duelo enmascarado: la persona presenta problemas físicos o realiza conductas que le causan dificultades, pero sin darse cuenta de que éstas tienen que ver con la pérdida no superada. Por ejemplo, puede experimentar síntomas físicos similares a los del fallecido antes de morir o desarrollar problemas psicopatológicos (ansiedad, trastornos alimentarios, etc.), sin ser consciente de que su malestar tiene que ver con el duelo no resuelto. Es cuando se da este tipo de complicaciones cuando es precisa la intervención terapéutica, que ha de identificar las tareas que no se han realizado y ayudar a la persona para que pueda llevarlas a cabo. Consejos a tener en cuenta para la persona que ha perdido un ser querido: - Recordar que la aflicción es una emoción normal. - Participar en los rituales. - Reunirse con otros. - Cuando se pueda, hablar de ello. Se debe expresar las emociones y pensamientos. - Hacer ejercicio. - Estar bien alimentado. - Unirse a un grupo de apoyo. - Expresar y liberar las emociones. - Crear un memorial o un tributo. Si el dolor no disminuye después de un tiempo de la muerte del ser querido, puede ser patológico. Si el duelo se transformó en depresión y se tienen ideas de suicidio, la ayuda de un terapeuta profesional puede ser útil, al igual que el apoyo emocional recibido a través de los amigos. Es importante que las personas que están atravesando un duelo no pierdan las ganas de vivir, aunque, seguir adelante y aliviar la aflicción del duelo no significa olvidarse de la persona que has perdido. Volver a disfrutar de la vida no significa dejar de extrañar a esa persona. Además de las pérdidas y duelos producidas por la ausencia de un ser querido, se pueden manifestar otro tipo de pérdidas, como por ejemplo, las mutilaciones corporales. Imágen gracias a Elekes Andor - Imágen distribuida bajo licencia Creative Commons Atribución-CompartirIgual 4.0 Internacional |
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Publicado en apoyo psicológico por: Gemma Asarbai el 02-11-2011 archivado en Definiciones y Conceptos
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